Hoy quiero, Señor, ponerlo todo en tu presencia, darme hasta gastarme contigo y por Ti. Hoy quiero, Señor, ponerlo todo ante tu puerta para en todo amarte y servir.
Enciéndeme y déjame arder donde haga falta. Enciéndeme y déjame ser tu luz, y así poder llevarte hasta todas las almas, saciar la sed que tienes Tú desde la cruz. Hoy quisiera, Madre, poner todo en tu presencia, darme hasta gastarme, decirle que sí. Hoy te pido, Madre, que dejes mi puerta abierta para en todo amarle y servir.
Escucho hoy, Señor, tu voz, susurra dentro, en mi interior, me llena de sosiego y de paz; mas necesito alimentar mi alma de tu realidad. Tu Evangelio es un Aleluya.
(Aleluya, Aleluya Aleluya, Aleluuya.) (Bis) En el BIS del estribillo: chicas cantan voz alta y chicos, voz baja.
¿Qué te puedo dar que no me hayas dado Tú? ¿Qué te puedo decir que no me hayas dicho Tú? ¿Qué puedo hacer por Ti si yo no puedo hacer nada, si yo no puedo hacer nada, si no es por Ti, mi Dios?
(Todo lo que sé, todo lo que soy, todo lo que tengo es tuyo.)(Bis)
Una nueva primavera que mueve a la juventud, y que se alza por el mundo, con una sola inquietud, la inquietud de la justicia, de la vida y del amor que se está quedando ajada por falta de corazón.
Quiero que seas una nueva primavera, que sientas un compromiso, y que vivas de verdad. Quiero que seas una nueva primavera, y canta, vive y proclama el amor y la igualdad. Y no todo en este mundo es egoísmo y maldad, aun quedan jóvenes vivos, en busca de la verdad. Siente y vive la llamada que te dice libertad, lucha por un mundo nuevo, lleno de justicia y paz.
Hoy te quiero contar Jesús, amigo, que contigo estoy feliz si tengo tu amistad lo tengo todo pues estás dentro de mí.
Después de comulgar me haces como Tú, me llenas con tu paz. En cada pedacito de este pan completo estás y así te das.
Estás ahí por mí, porque conoces que sin Ti, pequeño soy de ahora en adelante nada nos separará, ya lo verás.
Te escondes en el pan y aunque no te puedo ver te puedo acompañar; es mi lugar preferido. Hoy quiero comulgar, abrirte mi corazón y así, de par en par, eres mi mejor amigo. Dos mil años atrás a tus amigos invitaste a cenar y ahí les prometiste que con ellos por siempre ibas a estar.
Y ahora cada vez que el sacerdote eleva el pan en el altar me pongo de rodillas porque sé que en esa hostia Tú estás.
Te escondes en el pan y aunque no te puedo ver te puedo acompañar; es mi lugar preferido. Hoy quiero comulgar, abrirte mi corazón y así, de par en par, eres mi mejor amigo.
Me vuelves a salvar como lo hiciste en la Cruz en cada misa, Tú, repites tu sacrificio.
Hoy quiero comulgar, abrirte mi corazón y así, de par en par, eres mi mejor amigo, Jesús.
Hay un corazón que mana que palpita en el sagrario, un corazón solitario, que se alimenta de amor. Es un corazón paciente, es un corazón amigo, el que habita en el olvido, el corazón de tu Dios.
Es un corazón que ama, un corazón que perdona, que te conoce y que toma de tu vida lo peor. Que comenzó esta tarea una tarde en el calvario y que ahora desde el sagrario tan sólo quiere tu amor.
Decidle a todos que vengan a la fuente de la vida, que hay una historia escondida dentro de este corazón. Decidles que hay esperanza, que todo tiene un sentido, que Jesucristo está vivo, decidles que existe Dios. Es el corazón que llora en la casa de Betania. El corazón que acompaña a los dos de Emaús. Es el corazón que al joven rico amó con la mirada el que a Pedro perdonaba después de la negación.
Es el corazón en lucha del huerto de los olivos, que amando a los enemigos hizo creer al ladrón. Es el corazón que salva por su fe a quien se le acerca, que mostró su herida abierta al apóstol que dudó.
Decidle a todos que vengan a la fuente de la vida, que hay una historia escondida dentro de este corazón. Decidles que hay esperanza, que todo tiene un sentido, (que Jesucristo está vivo, decidles que existe Dios.)(Bis)
Tú eres Santa María, eres nuestra Señora; porque haces tan nuestro al Señor eres madre de Dios, eres mi tierna madre, y Madre de la humanidad. Te pedimos que ruegues por todos nosotros heridos por tanto pecar desde hoy hasta el día final de este peregrinar.
María, he buscado tu imagen, serena, perdida, entre un manto de luz y al fin te encontré dolorosa, llorando de pena a los pies de una cruz.
María, he querido sentirte, entre tantos milagros, que cuentan de ti y al fin te encontré en mi camino, en la misma vereda que yo; tenías tu cuerpo cansado, un niño en los brazos, durmiendo en tu paz. (María, mujer, que regalas la vida sin fin.) (Bis)