En aquel tiempo se acercaron a Jesús
unos saduceos que negaban la otra vida.
“No hay más vida que la de los hijos al nacer”,
sostenían firmes aferrándose a Moisés.
“¿De quién será mujer en la otra vida, quien
casándose con siete, ningún hijo pudo ver?”
Jesús les dijo bien: “No pueden entender;
en la futura vida no hay marido ni mujer”.
El Dios verdadero es Dios de vivos
y al que sea digno resucitará
a una vida plena que trascienda toda unión,
pues todos ante Él sus hijos son.
En esta vida inevitable es padecer
el espacio y tiempo delimitan nuestro hacer.
Son precisas tantas cosas por satisfacer
más si estás enfermo o si llegaste a la vejez.
La vida eterna es vivir sin límites
en la presencia plena del amor del que hoy no ves.
El hombre y la mujer un fin han de tener:
llegar a compartir la gloria eterna que Dios es.
Estribillo