Hoy está la puerta abierta,
no cerremos más la Iglesia,
que haya sitio para todos,
vamos a poner la mesa.
En el encuentro con Jesús
no podemos olvidar
a los pobres de la tierra,
del silencio, de la espera,
del sudor y de la cruz.
La esperanza de los pobres
es una nación bendita,
el pueblo que Él ha escogido
para reinar con justicia,
para amarnos sin medida,
para recrearlo todo,
para proclamar de nuevo
que la Gracia ya llegó.
Sobrarán todos los gestos
si no hay sitio en nuestra mesa
para los que amó Jesús,
los pequeños de la tierra.